La iglesia del Gesù Nuovo

Breve guía artística

Eleonora Ferraro, historiadora del arte
Traducción de Marco Campanile

Noticias históricas

La iglesia del Gesù Nuovo, junto con los edificios adyacentes de la Casa Professa y del Palacio de las Congregaciones, constituía el conjunto más importante y prestigioso fundado en Nápoles por la Compañía de Jesús. La iglesia nació de la transformación de uno de los palacios más preciosos de la Nápoles renacentista, él de los Sanseverino, príncipes de Salerno, construido en 1470 por el arquitecto Novello de San Lucano.

El altar mayor con la estatua de la Inmaculada
[Foto Eleonora Ferraro]

El palacio vivió su edad de oro con Ferrante Sanseverino, último y más célebre de los príncipes de Salerno. Sin embargo, por haberse envuelto en la rebelión de 1547 contra el virrey don Pedro de Toledo, causada por el intento de éste de introducir en el Reino la Inquisición española, Ferrante cayó en desgracia y sus bienes fueron confiscados y vendidos: esto dio a los jesuitas la ocasión para comprar la morada nobiliaria, adquirida por la considerable suma de 46.000 ducados.

La elección de los religiosos no había sido casual: de hecho el palacio, más que mirar a una de las pocas plazas de la ciudad, con oportunas modificaciones y con gastos moderados, se podía convertir en un edificio de culto, satisfaciendo de tal manera los deseos de los nobles napolitanos, los cuales no querían que el palacio real de los Sanserverino fuera demolido. Las obras, financiadas por Isabel Feltria de la Rovere, princesa de Bisignano, fueron encargadas al arquitecto jesuita Giuseppe Valeriano, que, aprovechando las áreas internas del palacio y del jardín, realizó un templo con planta de cruz griega (el brazo longitudinal ligeramente más largo), contenido en el perímetro del palacio anterior, utilizando los paramentos murales ya existientes.

Éstos, que comprendían también la fachada, estaban formados por almohadillas de traquita cortados en forma de diamante: una estructura mural muy singular que representaba un ejemplo único en el panorama de la arquitectura napolitana y que en Italia cuenta con ejemplos en los palacios Bevilacqua en Bolonia, de los Diamantes en Ferrara y él llamado "lo Steripinto" en Sciacca. Además, hay que recordar que las almohadillas del edificio napolitano presentan en la superficie singulares incisiones: se trata de las marcas de los lapidarios, o sea signos que los canteros dejaban como firmas para que el jefe de obras, después de controlar el número de piedras que habían tallado, pudiera dar a cada obrero el pago correspondiente.

La iglesia, consagrada el 7 de octubre de 1601, fue dedicada a la Virgen Inmaculada, pero, desde el principio, fue llamada "Gesù Nuovo", para distinguirla de la otra iglesia preexistiente de la Compañía, a la que, en consecuencia, se le dio el nombre de Gesù Vecchio. Al entrar en la iglesia, se percibe una sensación de profundo estupor y maravilla por la extraordinaria riqueza decorativa del interior que, no obstante el dominante tono barroco, fue realizada en un período de tiempo que va desde los primeros años del siglo XVII hasta todo el siglo XX.

El Gesù Nuovo se configura entonces como una especie de escriño, que guarda un repertorio que nunca la producción napolitana había visto, a cuya realización concurrieron no sólo protagonistas renombrados, entre los cuales Giovanni Lanfranco, Cosimo Fanzago, Luca Giordano y Francesco Solimena, sino también muchos artesanos, como entalladores, canteros, latoneros, estucadores, que con su maestría contribuyeron a acrecentar la magnificencia de la iglesia. Por ejemplo, es el caso de los numerosos marmolistas que, a partir del XVII, se han sucedido para completar el revestimiento marmóreo de todas las superficies murales (capillas incluidas) y del pavimento.

Una de las obras más célebres del Gesù Nuovo es sin duda el fresco de la contrafachada que representa la Expulsión de Heliodoro del Templo, y que se considera unánimemente la obra maestra de la maturidad de Francesco Solimena, firmada y fechada 1725. Verdaderos ciclos de frescos, en cambio, revisten las bóvedas del crucero y de la nave principal, por ejemplo las diez pinturas de la bóveda de cañón desarrollan el tema del Nombre de Jesús, del cual la Compañía toma su denominación: los frescos fueron ejecutados por Belisario Corenzio entre 1636 y 1638 pero, a finales del siglo XVII, los dos paneles centrales fueron repintados por Paolo de Matteis con el Triunfo de la Inmaculada y de San Miguel contra los demonios y la Circuncisión de Jesús.

 

La intervención de de Matteis interesó también los dos brazos del crucero: en él de derecha, donde Corenzio había pintado las Historias de San Francisco Javier (1634-1637), volvió a hacer el compartimiento central con la Predicación del Santo (1698), mientras que en él de izquierda retocó las Historias de San Ignacio de Loyola, también de Corenzio, y repintó los dos lunetos a los lados del ventanal central, donde puso también su firma. Estas intervenciones fueron debidas a la necesidad de remediar los daños ingentes del terremoto de 1688, que había causado el derrumbe de la cúpula y de parte del crucero izquierdo, además de las otras quiebras que habían interesado algunas de las capillas menores.

Finalmente, en la bóveda y en los lunetos a los lados del ventanal del ábside, un vasto ciclo mariano subdividido en 12 cuadros fue pintado por Massimo Stanzione entre 1639 y 1640, en lugar del que había ejecutado Belisario Corenzio entre 1618 y 1620, destruido por un incendio en 1639.

La cúpula

La cúpula de la iglesia fue construida entre 1629 y 1634 por el arquitecto fray Agazio Stoia y pintada al fresco por Giovanni Lanfranco entre 1635 y 1636. Al derrumbarse después del terremoto de 1688, sobrevivieron sólo los cuatro Evangelistas representados en las pechinas, uno de los cuales, San Mateo, lleva la firma LAN/FRAN/CUS. Destruida también la segunda cúpula construida por Arcangelo Guglielmelli y pintada al fresco por Paolo de Matteis entre 1713 y 1717, la actual "escudilla" realizada en cemento armado en 1973 es la copia de la tercera cúpula construida por Ignazio di Nardo alrededor de 1784 y después destruida por problemas estructurales.

El espacio de abajo acogía un antiguo púlpito en madera entallado y esculpido, sustituido en 1858 por el actual en mármoles polícromos taraceados, realizado por De Gasparre y adosado a uno de los pilares, para no romper la visión especular de los altares de las capillas de San Ignacio de Loyola y de San Francisco Javier.

LA NAVE DERECHA

Capilla de San Carlo Borromeo

La primera capilla de la nave derecha es dedicada a San Carlo Borromeo, personaje de relieve de la Contrarreforma, y además amigo y protector de la Compañía de Jesús. El Santo, arzobispo de Milán, fue representado en éxtasis en la pintura que domina el altar por Giovan Bernardo Azzolino, autor también del ciclo de pinturas al fresco de la bóveda, que representa su obra de asistencia a los apestados (1618-1620).

Al mismo tiempo, Costantino Marasi y Vitale Finelli, con la ayuda de un equipo de marmolistas, realizaron el revestimiento marmóreo de toda la capilla (incluido el pavimento y la balaustrada), que se caracteriza por una decoración muy rigurosa en los diseños y en los colores. Después de arruinarse por los bombardeos de 1943, los mármoles fueron sometidos a una minuciosa intervención de restauración. Los relieves escultóricos que se hallan aquí son obra de Cosimo Fanzago.

La cúpula externa fue pintada por Giuseppe Simonelli a finales del siglo XVII con Símbolos de la Pasión , mientras Azzolino realizó también en las pechinas las figuras de los Doctores de la Iglesia, junto con los frescos ejecutados en el interior de la capilla. Al salir del ambiente sagrado, sobre el primer pilar que separa la nave principal de la lateral, se puede admirar un Crucifijo de la segunda mitad del siglo XVIII atribuido a Francesco Pagano.

Capilla de la Visitación

La capilla siguiente, dedicada al tema de la Visitación, vio en la realización de su decoración algunos de los artistas más importantes del panorama artístico napolitano de la mitad del siglo XVII: Cosimo Fanzago, entre 1660 y 1666, concluía su revestimiento marmóreo, llevando a cabo un trabajo empezado en 1650 por Donato Vannelli y Antonio Solaro; Massimo Stanzione realizaba la pintura del altar con la Visitación, completada por su discípulo Santillo Sannino alrededor de 1660, mientras entre 1684 y 1685 Luca Giordano pintaba al fresco las Historias del Bautista en la bóveda y San José y el Profeta Isaías a los lados del ventanal.

En la cúpula externa Gaetano d’Apuzzo pintó el Sacrificio de Arón en 1790, que sustituía el Triunfo de Judit de Giordano, destruido por el terremoto de 1688, que también había retratado en las pechinas cuatro Heroínas del Antiguo Testamento, todavía visibles.

En esta capilla se celebra el culto de San Giuseppe Moscati (1880-1927), médico, investigador y docente universitario canonizado por Giovanni Paolo II el 25 de octubre de 1987. Enterrado en el Cementerio de Poggioreale en la Capilla de la archicofradía de la SS.Trinità de los Pellegrini, después de tres años, a consecuencia de las numerosas instancias que se le presentaron, el arzobispo de Nápoles, el Cardenal Ascalesi, decidió que los restos mortales del "médico santo" fueran trasladados a la iglesia del Gesù Nuovo, en la cual Moscati se paraba a rogar cada mañana antes de empezar a trabajar.

El traslado tuvo lugar el 16 de noviembre de 1930 y el cuerpo fue sepultado en el lado derecho del altar de San Francisco Javier. Después de ser beatificado en 1975, dos años después, a consecuencia del reconocimiento canónico, sus restos mortales fueron puestos en una urna de bronce realizada por la ocasión por Amedeo Guffi, colocada bajo el altar de esta capilla. En el frontal de la urna, tres bajorrelieves representan otras imágines significativas de la vida del joven médico, que murió a la edad de 47 años.

La Capilla de la Visitación, donde se guardan los restos mortales
de San Giuseppe Moscati

Siguiendo de izquierda a derecha, Moscati es representado en cátedra rodeado por sus alumnos, en el acto de confortar una madre con su niño y, finalmente, al lado de la cama de un enfermo. Después de la canonización, en 1990, Pier Luigi Sopelsa forjó una estatua de bronce del Santo, que contribuye a que su fugura sea siempre presente para los numerosos fieles.

Capilla de San Francisco Javier

ILa Capilla de San Francisco Javier, que corresponde al brazo derecho del transepto, exalta la figura del iniciador de las misiones jesuíticas en India y en Japón. A él son dedicados los frescos de la bóveda de Belisario Corenzio y de Paolo de Matteis, el cuadro del altar, de Giovan Bernardo Azzolino, de 1640, que lo representa en éxtasis, y las tres pinturas de la parte superior de Luca Giordano, realizadas entre 1676 y 1677, que representan, él central, el Santo cargado con las cruces, él de la derecha, el Santo que bautiza a los Indios, y él de la izquierda, el Santo que por milagro halla el crucifijo entre las bocas de un cangrejo.

Una modesta estatua de madera, colocada bajo el altar en 1934, recuerda su muerte solitaria, que tuvo lugar en la isla china de Sancián. Trabajaron a la decoración del rico revestimiento de mármol de la capilla, entre 1642 y 1655, Donato Vannelli, Antonio Solaro y Giuliano Finelli. Las estatuas de los nichos, situadas a los lados de la pintura del altar, que representan San Ambrosio y San Agustín y que provienen de la capilla de San Carlo Borromeo, son obras de Cosimo Fanzago.

Las paredes laterales de la capilla acogen dos pinturas: a la derecha La Virgen del Rosario con los quince misterios, de Fabrizio Santafede, y, a la izquierda, Santa Ana con la Virgen niña y Santos, realizada por Ludovico Mazzante entre 1735 y 1737. A la organización de los espacios arquitectónicos, especulares a los de la capilla de San Ignacio de Loyola, debió de colaborar Cosimo Fanzago.

A través de la puerta situada a la izquierda del altar se accede al Oratorio de San Giuseppe Moscati, donde se exponen los recuerdos y las fotos del Santo, operación que fue posible gracias al generoso legado de Nina Moscati, hermana del profesor, que donó a la iglesia del Gesù Nuovo muebles, ropa y objetos del hermano, permitiendo recrear de tal manera su estudio y su habitación. Además, en estas salas, se guardan también los exvotos que miles de fieles donaron en señal de agradecimiento para las numerosas gracias recibidas.

Capilla de San Francesco Borgia

Sigue la capilla dedicada a San Francisco de Borja que, antes de entrar en la Compañía de Jesús para después convertirse en tercer General, había sido virrey de Cataluña y se había casado con Leonor de Castro, de la que tuvo ocho hijos. Después de ser destruida por el terremoto de 1688, la capilla fue decorada otra vez a lo largo del siglo XVIII: el nuevo altar, que diferentemente de los demás ya no es de forma de paralelepípedo sino ligeramente convexo, siguiendo el mudado clima artístico, fue realizado en 1754 por los marmolistas de la familia Cimafonte; es contemporánea la pintura que está encima con San Francisco de Borja que adora el Sacramento, obra de Sebastiano Conca, que puso su firma y la fecha de ejecución.

A finales del siglo, Angelo Mozzillo pintaba al fresco figuras de Ángeles en la bóveda de la capilla, mientras Antonio della Gamba firmaba las dos Virtudes en los semilunetos a los lados del ventanal. Singular es la balaustrada que cierra la capilla, realizada en 1754 por Agostino Chirola que, en la superficie de apoyo, incrustó con mármoles polícromos los principales emblemas iconográficos del santo: el capelo, o sea el sombrero rojo de ala ancha que recuerda su rechazo del título cardenalicio, y el cáliz, que alude a su devoción por la Eucaristía.

Capilla del Sagrado Corazón

La capilla siguiente es dedicada al Sagrado Corazón de Jesús. En 1600 Belisario Corenzio pintaba en ella Historias de Ángeles en la bóveda (Santos en Gloria alrededor del Cordero, la Caída de Lucifer, la Parábola del hijo Pródigo), en los semilunetos a los lados del ventanal (El Sueño de Jacob y la Lucha de Jacob con el Ángel), en las dos grandes paredes laterales con, a la izquierda, Cristo servido por los Ángeles y, a la derecha, el Bautismo del Centurión Cornelio.

La decoración marmórea es obra de los hermanos Mario y Costantino Marasi que la realizaron en 1605, y que constituye uno de los primeros ejemplos en Nápoles de taracea marmórea empleado en tan gran escala: las paredes, el pavimento y la balaustrada externa son revestidos con una tupida taracea polícroma, cuyos motivos geométricos muestran la influencia de la escultura toscana de finales del siglo XVI.

La presencia de una segunda balaustrada situada en el interior es debida al hecho de que, si bien lo fuera por un período limitado, la capilla fue sede de la Congregación de los Nobles cuyos miembros, durante las funciones litúrgicas que se celebraban allí, se sentaban precisamente entre una balaustrada y la otra. En el segundo posguerra, en ocasión de las obras de restauración que interesaron toda la iglesia, también la capilla fue modernizada: en la circunstancia, la pintura del altar de Giovan Bernardo Azzolino fue trasladada a la pared izquierda de la capilla de San Ignacio de Loyola y sostituido por una estatua del Sagrado Corazón de Jesús de 1904, copia de la que se venera en la basílica parisiense de Montmartre.

De realización recién son las dos estatuas a los lados del altar, que representan los iniciadores del culto del Sagrado Corazón de Jesús: a la derecha, Santa Margarita de Alacoque y, a la izquierda, el jesuita San Claudio de la Colombiere, su confesor.

EL ÁBSIDE

El ábside, fulcro litúrgico de la iglesia, exalta la figura de la Virgen Inmaculada a través del susodicho ciclo de frescos de Massimo Stanzione y también mediante el conjunto de esculturas, cuyo centro es la efigie marmórea de la Virgen Inmaculada, esculpida por Antonio Busciolano en 1859. Las figuras de Ángeles y el Globo en lapislázuli sobre el cual se yergue la estatua es lo que queda de una espectacular composición escultórica del siglo XVIII.

La estatua de la Virgen, insertada en un amplio y profundo nicho, está en el centro de la escenográfica pared en mármoles polícromos, realizada en la primera mitad del XVII por Cosimo Fanzago, que imprimió un ritmo a la superficie parietal mediante la inserción de seis columas de alabastro: las centrales flanquean el susodicho nicho, mientras que las laterales enmarcan dos altorrelieves, que representan San Ignacio y San Francisco Javier, del taller de Vaccaro, y las estatuas de San Pedro y San Pablo, obra de Busciolano.

El altar de San Ignacio
[Foto Eleonora Ferraro]

Por lo que concierne el altar mayor, constituido por mármoles, bronce y piedras duras, su realización, por varios acontecimientos, sufrió retrasos considerables con respecto a la decoración de la iglesia entera: de hecho, sólo en 1851, Ercole Grossi, jesuita de Ferrara, ideó su proyecto definitivo, después realizado por Raffaele Postiglione y por un numeroso equipo de marmolistas.

El altar se divide en tres partes: la inferior lleva tres bajorrelieves en bronce que representan, de izquierda a derecha, la Cena de Emaús, la Última Cena y Cristo que promete la Institución de la Eucaristía; la parte central lleva una rica decoración con motivos vegetales de volutas de acanto y, finalmente, en el frontal, seis bustos de santos relacionados al culto de la Eucaristía se asoman de nichos en forma de concha. Procediendo de izquierda a derecha se reconocen las figuras de Juliana de Lieja, Estanislao de Kotska, el Beato Lanfranco de Canterbury, Tomás de Aquino, Francisco de Borja y Cayetano de Thiene.

El órgano

No se pueden no mencionar los dos órganos: él a la izquierda, de alrededor de 1640, es de Vincenzo Miraglia y ya no es utilizable, mientras que él a la derecha, de 1650, fue realizado por Pompeo de Franco. Éste órgano, restaurado en 1986 por Gustavo Zanin, hoy en día funciona perfectamente con 52 registros y 2.523 tubos. Sin embargo, el proyecto originario no preveía la presencia de órganos: las Constituciones de San Ignacio de Loyola no consentían el canto del Oficio Divino y de la Misa, puesto que se pensaba que éstos pudieran quitar tiempo a la cura de las almas.

El Órgano de la iglesia del Gesù Nuovo

La presencia de dos instrumentos musicales en el Gesù quizás fuera determinada por la voluntad de Isabel Feltria della Rovere, fundadora de la iglesia, y del virrey Duque de Osuna.

Finalmente, a partir de 1995, a la derecha del altar mayor ha sido colocado un crucifijo de madera de la mitad del siglo XIV, proveniente de la iglesia de los Santos Andrés y Marcos en Nilo, y dejados en manos de los jesuitas, que lo hicieron restaurar.

NAVE IZQUIERDA
Capilla de S. Francesco De Jerónimo

Procediendo en la visita del altar hacia la entrada, en la nave izquierda se encuentra la capilla dedicada a San Francisco de Jerónimo. El esquema es especular al de la capilla del Sagrado Corazón por la presencia de una doble balausatrada, que testimonia el hecho de que este ambiente también fue sede de una congregación, en dicha circunstancia la de los Mercaderes. Diferentemente de las otras capillas de la iglesia, encima del altar hay un grupo escultórico que representa la Predicación de San Francisco de Jerónimo, modelado en 1932 por Francesco Jerace.

Sin embargo, lo que realmente hace única la capilla son los dos grandes relicarios que recubren del todo las paredes laterales y que fueron comisionados por Isabel Feltria della Rovere, princesa de Bisignano, por dos razones: acoger en un único ambiente los numerosos bustos-relicaros ya presentes en la iglesia y dar una sistemación adecuada a las otras reliquias, que ella mismo había donado a los Jesuitas después de recibirlas del cardenal Odoardo Farnese.

Los relicarios, en madera entallada y dorada, fueron realizados a finales del siglo XVII. Las obras fueron encargadas a Giovan Domenico Vinaccia, que los concebió como dos grandes cofres parietales, cada uno de los cuales acogía 34 bustos-relicarios, colocadas en cinco filas de palcos. En el centro, un nicho de mayores dimensiones acoge en la pared derecha la estatua de San Francisco Javier y, en la pared izquierda, la de San Ignacio de Loyola.

Las 70 esculturas, esculpidas en un material dúctil y "caliente" como la madera, desde siempre medio de elección para la realización de simulacros particularmente naturalistas, capaces de cautivar y despertar las emociones del fiel, en su variedad expresiva y gestual parecen invitar a los fieles al culto de los mártires. Lo que acrecentaba la fascinación de la capilla eran también los frescos de Francisco Solimena de los que, después de la intervención de Giuseppe Petronsio, que en 1842 repintó la bóveda con la Virgen y San Francisco de Jerónimo, quedan solo los cuatro Ángeles de la Apocalipsis y los Serafines en la base de la bóveda.

Capilla del Crucifijo y de San Ciro

El altar de San Ciro y de San Juan soldado
[Foto Eleonora Ferraro]

La capilla siguiente fue edificada por los jesuitas en memoria de su primera benefactora, Roberta Carafa, duquesa de Maddaloni. Hasta aquel momento la capilla fue dedicada al Crucifijo que, flanqueado por la Virgen Dolorosa y por San Juan Evangelista, se admira todavía hoy en día en el altar. Las tres esculturas de madera se caracterizan por un fuerte expresionismo, que destaca gracias a la intensidad de los colores.

Se atribuye el grupo a Francesco Mollica, artista de la segunda mitad del siglo XVI. A los lados del altar hay dos nichos que acogen otras tantas estatuas de madera: a la derecha la del XIX de San Juan Edesseno, cuyas reliquias se guardan en una urna cineraria romana del siglo IV, proveniente del área de Villa Melecrinis en Nápoles, y, a la izquierda, la del XVIII de San Ciro, médico y ermitaño egipcio, a cuyas reliquias, colocadas en la urna bajo el altar, acuden todavía hoy en día cientos de fieles.

La decoración marmórea, incluída la balaustrada, taraceada con Símbolos de la Pasión, remonta a la primera mitad del XVII con sucesivas intervenciones de Dioniso Lazzari (1659) y de Giuseppe Bastelli (1734-1735), que realizó el pavimento bajo la dirección de Muzio y Giovan Battista Nauclerio.

Los frescos de la capilla fueron llevados a cabo, entre 1684 y 1685, por Giovan Battista Beinaschi, que decoró también la cúpula externa con el Pasaje del Mar Rojo y los profetas Daniel, Jeremías, Ezequiel e Isaías en las pechinas. Todos los frescos aparecen gravemente comprometidos por antiguas obras de restauración.

Capilla de San Ignacio de Loyola

Siguiendo la visita, nos encontramos frente a la Capilla de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, que corresponde al brazo izquierdo del transepto. El espacio arquitectónico fue diseñado otra vez por Cosimo Fanzago, que trabajó para él en períodos alternos desde 1637 hasta 1655, con la ayuda de Costantino Marasi y Andrea Lazzari.

El artista, a través del empleo de volúmenes contrapuestos, que destacan gracias a un continuo juego de luces y sombras, crea nuoevos espacios para acoger las obras pictóricas y escultóricas, exaltando su significado religioso y espiritual. Son suyas también las estatuas de los profetas David y Jeremías, realizadas entre 1643 y 1654. Encima del altar, en lugar de la tela de Girolamo Imparato con la Visión de San Ignacio en la "Storta", hoy en día desplazada en la pared derecha, ha sido colocada la pintura de la Virgen con el Niño entre San Ignacio y San Francisco Javier de Paolo de Matteis, realizada en 1715 para la iglesia de los Jesuitas de Tarento (después pasada a los Olivetanos).

Hacia arriba están las telas de Jusepe Ribera, pintadas entre 1643 y 1644: en el centro la Gloria de San Ignacio y, a la derecha, Paolo III aprueba la regla del Santo. La tercera obra del artista español con San Ignacio que ecribe el Libro de los Ejercicios Espirituales, destruida en 1943 por un bombardeo, ha sido sustituida por la Virgen con el Niño y Santa Ana, de autor ignoto del siglo XVI, proveniente de la iglesia de Sant’Aniello en Caponapoli. En la pared izquierda está la Santísima Trinidad de Giovan Bernardo Azzolino de 1617, que antes decoraba el altar de la capilla del Sagrado Corazón de Jesús.

Capilla de la Navidad

La capilla siguiente es dedicada al tema de la Navidad del Señor, representada en la pintura del altar por Girolamo Imparato en 1602. El ambiente mantiene intacta la rica decoración escultórica de comienzos del XVII, a cuya realización contribuyeron unos de los más célebres representantes del tardo manierismo toscano como Pietro Bernini, al que se debe, a la derecha del altar, el San Mateo y el Ángel, llevado a cabo en 1601, y Michelangelo Naccherino, discípulo de Giambologna, autor en el mismo año del San Andrés, en el lado izquierdo del altar.

El estilo sobrio y mesurado de todas las esculturas remite a un sereno clasicismo y a un claro equilibrio formal que refleja el clima general de devoción que carateriza gran parte de la producción artística postridentina. El revestimiento marmóreo de las paredes, el pavimento y la balaustrada fueron realizados por Costantino Marasi entre 1600 y 1602. En 1601 Belisario Corenzio pintó el interior de la capilla con las escenas de la Anunciación a los Pastores, la Adoración de los Reyes Magos y las figuras de los profetas David e Isaías, y también la cúpula exterior con Historias de Jesús y María y las pechinas con las Virtudes. Se puede admirar también el grupo del Ángel de la Guarda, en madera entallada, pintada y dorada.

La estatua, antes colocada en la Sacristía, sufrió unos daños por un incendio en 1962. Después de la restauración de 2000, se decidió trasladarla a esta capilla para facilitar su fruición pública. El grupo, que tradicionalmente se considera obra de Francesco Mollica, ha sido atribuido recientemente a Aniello Stellato, entallador documentado en Nápoles desde 1605 hasta 1642, y a Orazio Buonocore, que debió de ocuparse de su doradura.

Capilla de los Santos Mártires

La última capilla es dedicada a los Santos Mártires. Su decoración fue financiada por Ascanio Muscettola, príncipe de Leporano, y fue terminada gracias a su hijo Sergio en 1613. El tema del martirologio informa todo el ambiente, según lo que destaca del conjunto de esculturas y pinturas: Giovan Bernardo Azzolino, alrededor de 1615, realizaba la pintura de altar con la Virgen, el Niño y los Santos Mártires, mientras en las paredes laterales, en nichos marmóreos, hay dos estatuas esculpidas en 1613 por Girolamo D’Auria en colaboración con Tommaso Montani.

El altar de la Capilla de San Carlo Borromeo, realizado en 1574
[Foto Eleonora Ferraro]

Se trata de San Esteban, primer mártir de la Iglesia, matado por lapidación, y de San Lorenzo, quemado vivo durante las persecuciones del emperador Valeriano. El revestimiento marmóreo de la capilla, polícromo y en motivos gemoétricos, es obra de Costantino Marasi, que fue trabajando para su realización desde 1610 hasta 1618. Completan la decoración los frescos, del mismo sujeto iconográfico, realizados en 1613 por Belisario Corenzio en el interior de la capilla como en el tramo exterior.

En este último caso, la restauración efectuada en 1955 ha facilitado la lectura de los cuatro Santos Crucifijados, representados en las pechinas, y, en la cúpula, de la Trinidad con Ángeles y Grupos de Santos Mártires. Entre éstos, se puerden reconocer, por su hábito tradicional, los cinco jesuitas que se conocen como los "mártires de la Salsette", del nombre de la península indiana donde fueron martirizados.

Entre los cinco misioneros, beatificados en 1893 por León XIII, se distingue, con el cuello marcado por las heridas, Rodolfo Acquaviva, cuya noble familia de los duques de Atri financió la realización de los frescos a comienzos del siglo XVII. Finalmente, al salir de la capilla, en el primer pilar que separa la nave central de las lateral, se puede admirar el único monumento fúnebre de la iglesia, él del cardenal Francesco Fini, muerto en 1743, cuya realización se atribuye a Francesco Pagano.


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